Como alguien dijo, son malos tiempos para esta profesión. Pero no quiero que esta entrada, de este día, tenga un tono pesimista. Todo lo contrario.
Estoy convencido de que los profesores y profesoras debemos mirar al futuro con el mayor de los optimismos, por lo que significa nuestra profesión, por los frutos que nos permite ofrecer a la sociedad. Eso, en el fondo, es lo que nunca cambiará.
Cambiará el alumnado, que tendrá más o menos interés por ir a los centros educativos. Quizás no haya que ir ni siquiera a los colegios ni a los institutos.
Cambiarán los medios tecnológicos que tengamos en las aulas: quizás no haya libros de texto y tengamos hasta un ordenador portátil por alumn@.
Cambiarán los sistemas educativos, las leyes y disposiciones, con las que estaremos más o menos de acuerdo.
Cambiarán los gobiernos y cambiarán los políticos y las formas de hacer política (deben cambiar).
Pero, aunque todo cambie, siempre habrá unas personas que tengan que enseñar a otras. Es decir, siempre habrá un profesor o una profesora.
Una persona que entregue su sabiduría (mucha o poca, da igual lo que sepa) a los demás, su tiempo, su paciencia, sus alegrías y sus penas.
Los profesores tenemos la suerte de ser las personas que moldean a las personas que nos gobernarán, nos sanarán, enseñarán a nuestros hijos, construirán los puentes por los que pasaremos, las casas en las que viviremos.
En ocasiones nos dejamos arrastrar por la frustración de los acontecimientos inmediatos, pero tenemos que mirar más allá, al resultado final de nuestro trabajo. El resultado que se obtiene tras algunos momentos malos pero, sobre todo, tras muchos buenos. La sonrisa del alumno o de la alumna... y su amistad cuando ya ha dejado de ser nuestro discípulo.
Si queréis saber por qué es valiosa esta profesión, visitad este post.
Felicidades a todos los compañeros y compañeras de profesión.
Estoy convencido de que los profesores y profesoras debemos mirar al futuro con el mayor de los optimismos, por lo que significa nuestra profesión, por los frutos que nos permite ofrecer a la sociedad. Eso, en el fondo, es lo que nunca cambiará.
Cambiará el alumnado, que tendrá más o menos interés por ir a los centros educativos. Quizás no haya que ir ni siquiera a los colegios ni a los institutos.
Cambiarán los medios tecnológicos que tengamos en las aulas: quizás no haya libros de texto y tengamos hasta un ordenador portátil por alumn@.
Cambiarán los sistemas educativos, las leyes y disposiciones, con las que estaremos más o menos de acuerdo.
Cambiarán los gobiernos y cambiarán los políticos y las formas de hacer política (deben cambiar).
Pero, aunque todo cambie, siempre habrá unas personas que tengan que enseñar a otras. Es decir, siempre habrá un profesor o una profesora.
Una persona que entregue su sabiduría (mucha o poca, da igual lo que sepa) a los demás, su tiempo, su paciencia, sus alegrías y sus penas.
Los profesores tenemos la suerte de ser las personas que moldean a las personas que nos gobernarán, nos sanarán, enseñarán a nuestros hijos, construirán los puentes por los que pasaremos, las casas en las que viviremos.
En ocasiones nos dejamos arrastrar por la frustración de los acontecimientos inmediatos, pero tenemos que mirar más allá, al resultado final de nuestro trabajo. El resultado que se obtiene tras algunos momentos malos pero, sobre todo, tras muchos buenos. La sonrisa del alumno o de la alumna... y su amistad cuando ya ha dejado de ser nuestro discípulo.
Si queréis saber por qué es valiosa esta profesión, visitad este post.
Felicidades a todos los compañeros y compañeras de profesión.
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